Puede ser una medida de lo difícil que han sido las últimas semanas para las conversaciones de Brexit, pero Theresa May y su equipo se sintieron tranquilamente aliviados por lo que no sucedió. No hubo fuegos artificiales, ni huelgas, ni desprecios ni desaires de Instagram. May fue escuchada cortésmente mientras explicaba las temibles limitaciones políticas a las que se enfrenta en su país.
Y aunque los líderes de la EU-27 decidieron, como era de esperar, que aún no se ha avanzado lo suficiente como para justificar una cumbre especial en noviembre, no descartaron la posibilidad de convocar una cumbre más cercana a esa fecha. El primer ministro no se presentó con una solución inmediata al enigma de la represión irlandesa, pero nadie esperaba que lo hiciera, después de que las conversaciones se interrumpieran el fin de semana pasado con la visita teatral de Dominic Raab.